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Por qué la austeridad mata

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SANTIAGO GARCÍA TIRADO

 

El éxito o el fracaso del estafador no estriba necesariamente en la sofisticación de su estafa; le basta con que la próxima víctima esté desinformada. Aquí, la clave de que aún existan fulleros que no se empachen de repetir las técnicas que toda la vida han dado resultados. El tocomocho, la estampita, los triles son ardides burdos, sin inteligencia, dignos de la medida intelectual de quien los pone en práctica, y sin embargo funcionan. En este ecosistema superpoblado siempre habrá alguien que no se lo espere y acabará haciendo buena la estrategia del estafador.

 

La Colosal Estafa en que nos han metido banqueros y políticos en colusión se ajusta perfectamente a esta descripción de las pequeñas estafas cotidianas. Es tan burdo y simple lo que están haciendo que resulta aberrante observar la falta de comunicadores que lo hagan entender a la gran masa consumidora-votante, tan permeable, por otro lado, a los mensajes simples, inmediatos. En Por qué la austeridad mata uno, por fin, encuentra un planteamiento inteligente, efectivo, incluso en el propio título. Los autores, David Stuckler y Sanjay Basu desechan la jerga epatante-pirotécnica tan amada de los estudios al uso, y se lanzan con un texto que se pliega a la perfección a la causa primera de todo texto: su intencionalidad. Y la intención en este caso es poner al descubierto de la manera más asequible la estrategia del estafador, con el objetivo de que hagamos algo antes de que arrase sobre nuestros cadáveres. Estamos para pocos artificios en estos momentos en los que se está desarrollando la timba mundial con nuestro pan y tal vez hasta el de nuestros nietos. Llámenme alarmista, llámenme conspiranoico, pero antes lean este libro y tomen buena nota de varias de sus perlas.

 

Barcelona, noviembre de 2012: los autores vienen a la ciudad para asistir a una reunión con colegas que analizan el efecto de los recortes en la salud pública. Lo que se encuentran los autores es digno de una novela pulp de superhéroes, solo que aquí existe una población sometida a la extorsión de un fenomenal tirano para el que (¡oh cielos,qué horror!) no hay superhéroe que valga. Hay manifestantes, y hay sicarios a sueldo que los reprimen. Hay pelotas de goma, hay medios de comunicación que satanizan a los que protestan, hay cárceles. ¿Sabían ustedes que mientras Grecia se vio obligada por la troika a aplicar una salvaje política de recortes la inversión en policía aumentó considerablemente (v. pág. 142 del libro)? Lo que no hay en ninguna parte es esperanza del superhéroe. Hay masa, y para colmo de males, una clase política inculta, viciada, que ni siquiera en el ámbito de la izquierda sabe capitalizar la tremebunda ira que, de tener un apoyo en el espacio, bastaría para mover el mundo. Lo que se encuentran los autores al venir a España es un país sometido al dictamen de los apóstoles del ahorro. Y un presente incierto en el que la calidad de vida va adquiriendo tintes de precaria.

 

La obra, con un estilo llano, voluntariamente simple, comienza desmontando la falacia de que esta crisis en la que nos hallamos envueltos (y ya van cinco años) fue imprevisible y de características inéditas. El primer repaso a la historia nos dice que ya ocurrió lo mismo en el crack del 29, solo que la respuesta entonces fue muy otra. Sí, háblenme de la tesitura actual, de las circunstancias no comparables, de los volúmenes globales de esta crisis, pero lean Por qué la austeridad mata y sabrán que, en esencia, la mecánica de los hechos actuales sigue siendo tan primaria como los hechos de entonces. La respuesta de los gobiernos al problema sí ha sido distinta. En 1929 y la década siguiente hubo políticas que apostaron por la austeridad y provocaron hambre y enfermedad; también hubo políticas (el New Deal de Roosevelt) que apostaron por el gasto social, en la línea que alumbrara John Maynard Keynes, y dieron resultados positivos tanto en la economía como en la salud. Porque ahí se halla la tesis de este libro precisamente, una tesis según la cual los gobiernos que apuestan por mantener el gasto social (Educación, Sanidad y políticas de inserción laboral ―PMLA―), no solo mantienen y mejoran la calidad de vida de sus ciudadanos, sino que además mejoran sus resultados macroeconómicos y salen antes de los ciclos de recesión. Prueba de lo contrario: España y Reino Unido, inmersas en ciclos recesivos que parecen no tener fin. Argumento ejemplar: Islandia; el peor estallido en la historia de los desmanes especulativos en proporción a su PIB, y hoy, cinco años después, en fase de crecimiento. Lean aquí (pág. 103-ss.) la receta de Islandia.

 

La austeridad no es un camino, es una estrategia más de la estafa. Y está segando vidas. Las autoridades españolas (y los mass media en connivencia) se niegan a airear estadísticas de suicidios. Lo mismo ha ocurrido en Italia, donde el movimiento de las vedove bianche (las viudas que claman en el nombre de sus parejas suicidadas) trata de llamar la atención sobre su caso. Pero hay también muertes no impactantes, las que se producen por tratamientos médicos negados, o deficientes. O por falta de recursos para la alimentación. Existe en Europa un aumento vergonzante del hambre, o de su hermana más presuntuosa, la alimentación económica que viene a ser infraalimentación carente de seguridad y de los mínimos imprescindibles. Y hay epidemias. En Grecia el año pasado entró la malaria debido a los recortes en medios de fumigación a gran escala (V. pág. 148), y hubo muertes. Como en el tercer mundo, oigan. Malaria. Pero hablamos de Europa, S. XXI.

 

Otros muchos ven engordar su ya abultado perímetro adiposo con esta crisis, en tanto que la austeridad enflaquece, y acaba matando. Ese es otro detalle a tener en cuenta en la Causa Global que debería abrirse por la crisis presente. Un detalle nada novedoso en la historia de las Grandes Estafas, pues se ha repetido con pertinacia en todas las crisis anteriores, desde 1929. El problema de esta es que nunca antes la desfachatez había alcanzado tales cotas de iniquidad y a la vez apariencia de legalidad. Frente a los estafadores no hay más arma que el desvelamiento de sus prácticas, para en un segundo momento, poder actuar en consecuencia. Por qué la austeridad mata, de David Stuckler y Sanjay Basu es perfecta para entender lo primero. De lo segundo no hay a la vista ningún poder constituido como respuesta. Y eso huele mal, porque la austeridad sigue su senda trazada. Y en el camino, mata.

 

 

POR QUÉ LA AUSTERIDAD MATA. El coste humano de las políticas de recorte.

David Stuckler y Sanjay Basu

Ed. Taurus

368 págs. / 18 euros

 

 

 

 

 

 Una buena maleta de libros sobre la crisis para leer en verano (si es que seguimos vivos):

 V. Navarro: http://www.vnavarro.org/wp-content/uploads/2011/10/hayalternativas.pdf

Antonio Baños: http://www.loslibrosdellince.com/posteconomia/

Niño-Becerra: http://www.loslibrosdellince.com/mas-alla-del-crash/

Chomsky: http://www.edicionesirreverentes.com/raraAvis/CHOMSKY_ilusionistas.html


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